martes, 26 de febrero de 2013

El corazón caliente socialista

La posesión del suelo por uno o varios individuos, con exclusión de la restante mayoría, es la causa de la existencia de la miseria. Esta verdad, tantas veces anunciada, conviene que se repita sin cesar.
Nuestro globo ha preexistido a la humanidad, la tierra, antes que la humanidad apareciera en ella, no tenía dueño; lógico es admitir que las primeras generaciones humanas la poseyeron en común.

¿Por qué actualmente pertenece el suelo a una minoría? Indudablemente porque los fuertes en un momento dado se lo apropiaron a expensas de los débiles, que no supieron ni pudieron impedirlo.

La fuerza física individual pudo servir a los primeros ocupantes; después la fuerza organizada creó circunscripciones llamadas naciones, y en cada circunscripción los poseedores de la tierra y monopolizadores del capital creado por el trabajo servil se atribuyeron la parte del león, procurándose fragmentos de territorio a cambio de dinero.

Y se produjo éste caso: los proletarios, careciendo de participación en el suelo, para trabajar y vivir, se vieron obligados a humillarse a los propietarios, ofreciéndoles un trabajo a cambio de un salario, dando lugar al abuso que los economistas excusan o justifican en nombre de la ley de oferta y demanda, en que el capitalista propietario usurpa sistemáticamente el producto del trabajo.

De semejante anomalía resulta la esclavitud de los trabajadores, y la inexplicable incongruencia existente entre los derechos declarados por la “democracia” moderna y la brutalidad arcaica del hecho social, por la cual mientras se declara la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos, viven materialmente divididos según la antigua legislación romana en hombres-persona, con libre acceso a todas las ventajas sociales, y en hombres-cosa, supeditados a sus dominadores.

El suelo es la fuerza productora material indispensable al trabajo; es, pues, de absoluta justicia que todo ser humano tenga en él libre participación, lo que equivale a decir que el suelo ha de ser poseído en común por la humanidad.

Para efectuar esa transformación de la propiedad, que se impone por necesidad y por justicia, la sociología adelanta nociones racionales, el privilegio opone cuantas dificultades tiene a mano y el progreso allana la ira, hasta el momento en que se produzca la explosión que, en los grandes días de la historia, señala infaliblemente el momento de la evolución cumplida.
- “La propiedad del suelo”, artículo publicado en el primer número del periódico obrero racionalista-sindical “Escuela Libre” (Valladolid, 1911).

El humanismo revolucionario recuerda bien y mantiene vivos los anhelos de acabar con la apropiación por parte de unas minorías de lo que nunca se tendría que haber dejado de compartir. El planeta y la herencia humana ofrecen unos bienes y recursos que no pueden ser propiedad exclusiva de nadie.

Es sencillo: compartir forma parte del buen vivir. En cambio, someter a los demás mediante el privilegio acumulativo de la propiedad es miserable. La co-existencia de la opulencia material más arrogante con la falta de pan y techo es una vergonzosa infamia.

La propiedad privada es una institución intocable de la dictadura capitalista, pilar del vigente sistema socioeconómico, cultural, de valores y de cosmovisión. Es una condena; se tendría que haber acabado con ella, pero no se consiguió.

Todo ha ido, entonces, previsiblemente a peor. La acumulación de tierra, riqueza y recursos aprovechados por parte de unas minorías ha ido creciendo y creciendo, quedando, así, el resto cada vez más desposeídos.

Aceptar como normales y tolerables las injustícias nos va volviendo injustos y amorales, y esta degradación permite que esta “normalidad” se perpetúe y empeore. Hay que romper la espiral de apatía.

La calidad de vida es compartir y cooperar, no competir y dominar. Recordámoslo -o descumbrámoslo, si es una experiencia aún no vivida-.

¡Recuperemos el corazón caliente socialista![1] Algunas lecturas, como las de este artículo, escrito hace más de 100 años, nos pueden conectar con su latido.


Notas:

[1] Cuando hablo de socialismo me desentiendo de la URSS y de los demás proyectos de “socialismo” de Estado. El socialismo es contrario al aparato burocrático-represivo estatal. Tiene que basarse en el control directo de los bienes económicos por parte de las comunidades y pueblos desde el ámbito local.

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147 empresas controlan la economía mundial (estudio sobre el estadio actual de concentración de poder económico)

Economia col·lectiva. L'última revolució d'Europa (documental que se estrenará pronto sobre la expropiación y gestión colectiva de empresas y servicios públicos por parte de trabajadores y tra documental que s'estrenarà d'aquí poc sobre l'expropiació i gestió col·lectiva d'empreses i serveis públics per part de treballadors i treballadores l'any 1936)

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